martes, 12 de febrero de 2019

Luis Cernuda

Aquí os dejo esta biografía de Luis Cernuda, que es a la vez trayectoria poética. Espero que os sirva.


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CERNUDA: BIOGRAFÍA Y TRAYECTORIA POÉTICA

“La poesía, el creerme poeta, ha sido mi fuerza.”

“Yo no me hice, y sólo he tratado, como todo hombre, de hallar mi verdad…”


Luis Mateos Bernardo José Cernuda Bidón nace 1902, en Sevilla, en una familia burguesa y conservadora marcada por la férrea disciplina del padre, militar, y por la incomunicación, que hizo de él un niño tímido e introvertido, poco apreciado entre sus compañeros. 

Cernuda, en Historial de un libro, señala en su vida tres hitos hacia la poesía:

1) Su afición a la lectura de poesía comenzó con Bécquer a los ocho o nueve años.

2) A los 14, sobre 1916, coincidiendo según sus propias palabras con su despertar sexual, intentó por primera vez, a escondidas (por vergüenza) escribir sus propios versos: “solo tenía oído o, mejor dicho, instinto del ritmo”.

3) Acabada la secundaria, en 1919 comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de Sevilla y, al cursar la asignatura de Lengua y Literatura, conoce a Pedro Salinas, con quien estableció una gran amistad, y quien le presentó a Juan Ramón Jiménez. En su segundo año de carrera (1920) falleció su padre. La mala situación económica de su familia les hizo mudarse a la calle Aire (de ahí el nombre de su primer poemario). En 1923-24, mientras hacía el servicio militar y salía todas las tardes a caballo, Cernuda explica que “una de aquellas tardes, sin transición previa, las cosas se me aparecieron como si las viera por vez primera, como si por primera vez entrara yo en comunicación con ellas”, lo cual provocó en él una “urgencia expresiva” y la capacidad de comprender por primera vez la poesía y a los poetas españoles clásicos (Garcilaso, Fray Luis, Góngora, Lope, Quevedo, Calderón…) y poetas franceses como Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud… Salinas influyó mucho con sus indicaciones y su estímulo.

- Primera etapa: inicios hasta 1928. Poesía pura y neobarroca.

Tras licenciarse y realizar el servicio militar, publicó Perfil del aire en 1927 (cuya escritura comenzó en 1924), poesía muy formalista, con empleo de la rima consonante y metros y estrofas clásicos, mal acogida por la crítica, que lo acusó de no ser original y de imitar a Jorge Guillén. Le dolió especialmente la falta de entusiasmo de Salinas, pues ya en aquel momento consideraba que “el trabajo poético era razón principal, si no única, de mi existencia”. En este poemario, según Cernuda, está muy presente la influencia de los poetas clásicos españoles, los poetas franceses mencionados y la de Pierre Reverdy, con su idea de la poesía pura, desnuda y reticente (es fundamentalmente la influencia de este autor y otros poetas franceses su principal punto en común con Guillén), así como la de André Gide, cuya lectura le ayudó a resolver un “problema vital decisivo”.  Desde el punto de vista filosófico, leyó a Schopenhauer, Nietzsche y Marx. En palabras de Cernuda, Perfil del aire es un libro melancólico y adolescente, cercano a la expresión coloquial y libre de los problemas de la poesía de los años 20: “lo folklórico y lo pedantesco”.
No fue invitado a participar en el homenaje a Góngora, aunque asistió y pudo así conocer a varios poetas, como García Lorca. Égloga, elegía, oda (1927-28) fue el segundo libro de su etapa de aprendizaje (una de sus obras que menos le satisfacen por motivos estéticos), inspirado por su amor y admiración a Garcilaso, Fray Luis de León y los clásicos del Siglo de Oro, “con alguna adición de Mallarmé”. Estos poemas le sirvieron como ejercicios para su “adiestramiento técnico”, aunque las tres composiciones lo decepcionaron por no encontrar en ellas “lo que amo en lo que escribo”.  Aparece ya en esta obra el tema pagano.

-          Segunda etapa: surrealismo, hasta 1931.

Tras la muerte de su madre en 1928, deja Sevilla y viaja a Málaga (allí conoce el mar), después a Madrid y de allí a Toulouse, Francia, con un puesto de lector de español gracias a la ayuda de Salinas. “Desde niño me atrajeron los viajes, y el espacio comenzó pronto a obsesionarme; el tiempo, mi otra obsesión, sería, naturalmente, más tardía.” Para él, el poeta requiere “sucesión varia y múltiple de experiencia y conocimiento… el cambio repetido de lugar, de país, de circunstancias…, lenguas nuevas.” Al mismo tiempo, lo acompañaba la sensación de no tener un hogar. Allí ahonda en la literatura francesa, el cine y el jazz, muy importantes en el siguiente libro que compone, visitando frecuentemente París y sus museos. “Aquellos años la ciudad grande era tema literario muy a la moda.” (Importancia de la urbe: tópico de la civitas hominum).  Por aquella época el superrealismo de Eluard y Breton  se ganó su simpatía, por su osadía y por la expresión de un malestar y una hostilidad hacia la sociedad que él mismo sentía. Cernuda mostraba una gran frustración por no ser capaz de disfrutar de la vida y por la imposibilidad de la expresión poética: “quería yo hallar en poesía el equivalente correlativo para lo que experimentaba, por ejemplo, al ver a una criatura hermosa –la hermosura física juvenil ha sido siempre para mí cualidad decisiva (…) como resorte primero del mundo, cuyo poder y encanto a todo antepongo-“. “El tiempo aquel que yo vivía era el mío, el único de que dispondría, y yo no sabía gozarlo, ni tampoco decir en poesía esa urgencia de todo el ser.”De regreso en Toulouse, un día, al escribir el poema Remordimiento en traje de noche, encontré de pronto camino y forma para expresar en poesía cierta parte de aquello que no había dicho hasta entonces (…) dictado por un impulso similar al que animaba a los superrealistas.” “Inactivo poéticamente desde el año anterior”, a partir de  1929 trabaja en Un río, un amor y desde 1931 en Los placeres prohibidos, ambos publicados en 1936, donde aborda el tema de la homosexualidad con gran influencia surrealista y uso del verso libre (“…prescindí de la rima, consonante o asonante y apenas, si, desde entonces, he vuelto a usar la primera… Lo que yo quería decir me parecía más urgente que lo que resultara al seguir los laberintos de la rima.”) y del poema-canción. Estos dos últimos libros los escribió “de una vez y sin correcciones”. Tras Los placeres prohibidos abandona el surrealismo.

-          Tercera etapa: plenitud y madurez. Desde 1931.

Regresa a Madrid, donde trabaja en una librería y, tras la instauración de la II República, en las Misiones Pedagógicas (“España me aparecía como país decrépito y en descomposición… Como consecuencia de aquel descontento ciertas voces de rebeldía, a veces matizadas de violencia, comenzaron a surgir… en los versos que iba escribiendo”). Encontró una gran amistad en Aleixandre y también se relacionó con Lorca. De 1932 a 1933, tras la relectura de Bécquer, usa un verso de la rima LXVI para titular Donde habite el olvido, que escribe al acabar su relación con Serafín Fernández Ferro (publicado en 1934, cuya relectura, según el poeta, le producía “rubor y humillación” por motivos éticos y donde aún se ven “algunos relámpagos o vislumbres de la manera superrealista”).

De 1934 a 1935 crea Invocaciones a las gracias del mundo (publicado en 1936), cuyo título luego redujo a Invocaciones. Intentó alejarse aquí de la poesía breve de Machado y la poesía pura de Juan Ramón, a las que criticó, así como a sus primeros poemas de esta obra, que califica de garrulos (por divagar) y ampulosos, defectos que compartirían en su opinión con nuestra poesía tradicional. En esta obra puede verse la influencia de Bécquer, y del romanticismo inglés (Shelley, Byron, Blake) y alemán (Hölderlin: su conocimiento, a mitad de la creación de esta obra, fue una de sus “mayores experiencias en cuanto poeta”), tanto en el uso de personajes como de la naturaleza: soledad, rebeldía, misterio…

En 1936 publica El joven marino y recoge toda su obra anterior bajo el título La realidad y el deseo y obtuvo muy buenas críticas (Juan Ramón, Salinas…), pero la guerra paralizó su difusión.

En 1938, tras estar brevemente en París con su amiga Concha de Albornoz y su padre, embajador, donde compró una antología griega (“esos breves poemas, en su concisión maravillosa y penetrante, fueron siempre estímulo y ejemplo para mí”), se va a Inglaterra a dar conferencias en apoyo a la causa republicana y ya nunca regresó. Trabajó como lector en Surrey y después como assistant en Glasgow durante cuatro años, en los que escribió “los más contundentes poemas” de Las nubes (1937-1940), poemario publicado en 1940 e influido por la trágica situación española e internacional tras la II Guerra Mundial y la tristeza causada por el clima escocés y los problemas de comunicación debidos al idioma. “Desnudas frente a frente vi, de una parte, la sempiterna, la inmortal reacción española, viviendo siempre, entre ignorancia, superstición e intolerancia, en una edad media suya propia; y, de otra… las fuerzas de una España joven cuya oportunidad parecía llegada… Ninguna otra vez en mi vida he sentido como entonces el deseo de ser útil, de servir… La marcha de los sucesos me hizo ver poco a poco que no había allí posibilidad de vida para aquella España con la que me había engañado… Me parecía que, trabajando en… la poesía, estaba al menos al lado de mi tierra y en mi tierra. Algo de eso quise expresar en Las nubes.” Cernuda no quiso “asistir impotente a la ruina de mi tierra… Fue aquella una de las épocas más miserables de mi vida.” Por influencia de Leopardi empezó a utilizar versos más cortos y la combinación de versos endecasílabos y heptasílabos. La mayor parte de estos poemas “estaba dictada por una conciencia española, por una preocupación patriótica que nunca he vuelto a sentir.” La influencia romántica del principio del libro gira hacia el tono elegíaco y reflexivo.

En 1943 pasó, con alegría, de la universidad de Glasgow a la de Cambridge, donde aprendió mucho de la poesía inglesa, especialmente de Shakespeare, Blake, Keats: concisión; a evitar el engaño sentimental y el uso de versos decorativos; de Browning, la proyección de la expresión emotiva sobre una acción dramática (en sus poemas Lázaro, Quetzalcoatl, Silla del rey, El César). “Cierta calma melancólica fue invadiéndome”: el poema Lázaro, uno de sus preferidos, expresa su sentimiento de vuelta a la vida tras la guerra. “La terminación de la guerra me alcanzó en Cambridge, y a esos años alude el título de Como quien espera el Alba, ya que entonces solo parecía posible esperar, esperar el fin de aquel retroceso a un mundo primitivo de oscuridad y terror, en medio del cual Inglaterra era como el arca cerrada donde Noé sobrevivió a las aguas del diluvio.” La Biblia y sus versículos, que había comenzado a leer en Glasgow, dejaron cierto eco en los versos de esta época; también la lectura de Goethe y Kierkegaard y la influencia de su gusto por Mozart. Publica la segunda edición de La realidad y el deseo. Con Como quien espera el alba (1941-1947, “quizá una de las colecciones de mis versos donde más cosas hay que prefiero”), publicada en 1947 y Ocnos, de prosa poética (1942, 1949, 1963), se cierra una tercera etapa de madurez en su poesía.
Se traslada a Londres en 1945 y a continuación, en 1947, se muda a EEUU (“la afición al cine hacía que me interesaran los Estados Unidos”), donde por primera vez alcanzó una posición económica desahogada y donde inicia su última etapa poética, conocida como “de vejez”. Allí trabaja como profesor en el Mount Holyoke College de Massachussetts.
Tras un viaje a México en 1949, donde se encontró con otros exiliados (Altolaguirre y Concha Méndez, entre otros), escribe Variaciones sobre tema mexicano, publicado en 1952, su segundo libro de prosa poética. Termina Vivir sin estar viviendo, comenzado en Cambridge, en el que, a partir de la lectura de Hölderlin, se hace frecuente el uso del encabalgamiento, “o sea, el deslizarse la frase de unos versos a otros… Eso me condujo poco a poco a un ritmo doble, a manera de contrapunto: el del verso y el de la frase… Desde temprano me agradó poco el verso de ritmo demasiado acusado, con su monotonía inevitable… Si en el verso hay música, mi preferencia se orientó hacia la música callada”, por lo que dejó de usar la rima desde 1929, siguiendo las palabras de Juan Ramón Jiménez: “Quien escribe como se habla irá más lejos en lo porvenir que quien escribe como se escribe.” Cernuda tenía la sensación de llevar varios años viviendo vicariously, “y que a veces leía para sustituir la vida que no vivía… sin pena ni gloria, me movía suspendido en un estado ilusorio que no era de vigilia ni tampoco de sueño… Afortunadamente, el amor me salvó.” La lectura de los presocráticos y Heráclito le influyó en esta época.

Empieza en 1950 Con las horas contadas. El título quiere expresar que no solo están contadas las horas de la vida, sino también las del amor. Se cuestiona si cree realmente en Dios o si es sólo una necesidad egoísta en la que se refugia en momentos de necesidad. Esta obra se caracteriza por el uso de poemas de extensión breve y rima asonante para concentrar el tema, con tendencia al poema-canción, al canto como impulso subconsciente.

Tras su estancia en México, crece en él el deseo de residir allí y pasa en dicho país nueve meses. Viaja a Cuba y conoce a Lezama Lima, tras lo cual se traslada definitivamente a Coyoacán (México), donde vive en casa de Concha Méndez, trabajando con contrato o becas para la universidad. Como causas de sus continuos viajes el propio Cernuda señala su profundo sentimiento de aislamiento y de que “la vida estaba más allá de donde yo me encontrara; de ahí el afán constante de partir… nutrido desde la niñez por lecturas de viajes a comarcas remotas. Y sólo el amor alivió ese afán, dándome la seguridad de pertenecer a una tierra… Por eso siempre lo antepuse a toda otra consideración.” El amor se presenta en su obra como única patria y su rebeldía contra el medio es su búsqueda de la verdad.

En 1958 aparece la tercera edición de La realidad y el deseo, en la que incluye las obras publicadas posteriormente a la segunda edición, más Poemas para un cuerpo (publicado en 1957, integrado dentro de Con las horas contadas), dedicado a Salvador Alighieri, un joven culturista: “mi situación de viejo enamorado conllevaba algún ridículo. Pero también sabía… cómo hay momentos en la vida que requieren de nosotros la entrega al destino, total y sin reservas, el salto al vacío, confiando en lo imposible… Creo que ninguna vez estuve, si no tan enamorado, tan bien enamorado… jamás en mi juventud me sentí tan joven como en aquellos días en México…” Estos poemas son “entre todos los versos que he escrito, unos de aquellos a los que tengo algún afecto.” En España las nuevas generaciones de poetas le rinden varios homenajes en sus revistas.

Desolación de la quimera (1956-1962), publicado en 1962, en la que integró Díptico español (1961) se incorporó a la cuarta edición de La realidad y el deseo, de carácter póstumo, en 1964. Es este una suerte de balance o testamento vital y literario en el que ajusta cuentas, mostrando su aprecio (Lorca, Keats) y desprecio (D. Alonso, J.R. Jiménez) por varios poetas y por su tierra y repasa algunos de sus grandes temas: la música, la literatura, la pintura, la metapoesía (carácter platónico del poeta), el amor, la muerte, la contradicción entre la realidad y el deseo

Amaneció muerto en noviembre de 1963, frente al baño, con una pipa en una mano y una caja de cerillas en la otra.


Bibliografía utilizada:

CALZADO MOLINA, David J. (coord.), MARTÍNEZ CUADRADO, Francisco, Poesía del 27 y el 36 comentada. García Lorca, Luis Cernuda y Miguel Hernández, ed. Alegoría, col. Efecto Pigmalión, Clásicos Contemporáneos Comentados, Sevilla, 2018.
CERNUDA, Luis, Historial de un libro, incluido en Luis Cernuda. La Realidad y el Deseo (1924-1962), Alianza Editorial, col. Alianza Literaria, Madrid, 2017.
RIVERO TARAVILLO, Antonio, Introducción a la edición de Luis Cernuda, La Realidad y el Deseo (1924-1962), Alianza Editorial, col. El libro de bolsillo, Madrid, 2018.