jueves, 21 de abril de 2016

UDI "EN UN LUGAR DE LA MANCHA". EL QUIJOTE EN EL TEATRO.

Durante el tercer trimestre de este curso 2015-16 estamos trabajando una unidad didáctica integrada en el departamento de Lengua del IES José Cadalso para conmemorar el 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, a través de la cual y tras la lectura en clase de diversos fragmentos de El Quijote, hemos convertido en texto teatral dos de esos fragmentos, gracias a los cuales hemos podido dar vida a la estancia de Sancho en la ínsula Barataria y a la aventura con Clavileño.

A pesar del lío que supone tenerlos a todos hablando al mismo tiempo, planeando, negociando, fabricando el atrezzo, ensayando, para mí esta ha sido la mejor actividad que hemos realizado en todo el curso. Nos hemos reído un montón, nos hemos conocido mejor y creo que hemos aprendido mucho. Ahora saben convertir un texto narrativo en un texto teatral, saben cuáles son sus características; han aprendido muchas cosas sobre el vocabulario, las costumbres y las ideas de la época (cómo concebían la atmósfera, con la región del aire y la región del fuego, por ejemplo); se han ido desinhibiendo y actuando, usando su voz y su cuerpo para ello cada vez con más desenvoltura (pese al "pavo" y los "gallos", es que estamos en una edad un tanto avícola); han aprendido a fabricar atrezzo, (gorgueras, antorchas, fuelles, pergaminos...) usando su ingenio y sus manos; han buscado archivos de sonido para los efectos especiales; se han ayudado unos a otros  y nunca en el curso han sido mejores compañeros. No sé cómo nos saldrá la función el próximo lunes, pero sólo por haberlos visto en acción ha merecido la pena.

Aquí os dejo los textos. Tras la función, incorporaré algunas fotos.


LA AVENTURA DE SANCHO EN LA ÍNSULA BARATARIA 


(Ínsula Barataria lugar de mil vecinos. A las puertas de la villa, Sancho Panza, con barbas, gordo, bajito y con traje, es recibido por todos los vecinos mientras tocan las campanas y le entregan las llaves del pueblo)


MAYORDOMO: Es costumbre antigua para el gobernador tener que responder que responder una pregunta difícil, de la que solo conocen la respuesta los habitantes y así podrán alegrarse o entistecerse con la respuesta del nuevo gobernador.

(Sancho está mirando unas letras que están en la pared en frente de su silla, donde hay un cartel que pone: "Sancho, vil bellaco". -Es licencia nuestra-.)

SANCHO: ¿Qué pone ahí?
MAYORDOMO: Señor, allí está escrito el día en el que usted empezó a gobernar .Y pone: “Hoy día, a tantos de tal mes y tal año, tomó la posesión de esta ínsula el señor don Sancho Panza, que muchos años la goce”.
SANCHO: ¿Y a quién llamáis don Sancho Panza?
MAYORDOMO: A usted, porque en esta ínsula no ha entrado ningún Panza, excepto usted.
SANCHO: Sancho Panza me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi abuelo, y todos fueron Panzas, sin añadiduras de dones ni donas; y yo imagino que en esta ínsula hay más dones que piedras, pero basta. Pase adelante con su pregunta, señor mayordomo, que yo responderé lo mejor que supiere,  se entristezca o no se entristezca el pueblo.

(En este instante entraron en el juzgado dos mujeres, una  labradora y la otra sastre, que traía tijeras en la mano)
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SASTRE: Señor gobernador, yo, que soy sastre y esta mujer labradora venimos ante vuestra merced en razón de que esta buena mujer llegó a mi tienda ayer.
CLIENTE: Y yo le di el paño y le pregunté si con este paño me podría hacer una caperuza.
SASTRE: Y yo le dije que sí.
CLIENTE: Entonces le dije que si se podía hacer una caperuza, a lo mejor se podrían hacer dos.
SASTRE: Y yo le dije que sí.
CLIENTE: Entonces le dije que si se podían hacer do, a lo mejor se podrían hacer tres.
SASTRE: Y yo le dije que sí, porque se creía que le iba a hurtar lo que le sobrase del paño.
CLIENTE: Ya, pero yo luego le pregunté que si se podían hacer tres, a lo mejor se podrían hacer cuatro caperuzas.
SASTRE: Sí, pero porque se creía que me iba a quedar con lo que sobrase.
CLIENTE: Ya, y yo luego le pregunté que si se podían hacer cinco. ¡Y vuestra merced va y me dice que sí!
SANCHO: ¿Es todo esto así, hermana?
CLIENTE: Sí, señor. Pero hágale vuestra merced que muestre las caperuzas que me ha hecho.
SASTRE: De buena gana.
(Y sacando la mano mostró las cinco caperuzas puestas en los cinco dedos de la mano)
SASTRE: He aquí las caperuzas que esta buena mujer me pide, y en Dios y en mi conciencia que no me ha quedado nada del paño. Y daré la obra a vista de inspectores del oficio.
INSULANA (N): ¡Qué caperuzas tan hermosas!
INSULANA (L): ¡Y qué pequeñas son!
INSULANA (Y): Normal, con el trozo de tela que le ha dado.
(Risas de los presentes)
SANCHO. Me parece que este juicio no debe retrasarse, lo más justo sería que el sastre no cobre por su trabajo, quitarle las caperuzas al cliente, y dárselas a los presos, y no haya más.
INSULANA (L): Me parece lo más correcto.
(Risas de los presentes, excepto del sastre y del cliente, que se marchan con gesto de contrariedad. Se presentan una mujer anciana y un hombre anciano; ella traía una cañaheja por báculo, y el sin báculo empieza a hablar)
VIEJO: Hace días que le presté a esta buena mujer 10 escudos de oro y me los tenía que devolver cuando yo se los pidiese. Pero cuando yo se las pido no me los devuelve .Tengo testigos de habérselo dado.
(Se levanta la insulana (y))
INSULANA (Y): Vi a la vieja quedárselo desde mi ventana.
SANCHO. ¿Qué dice usted, buena vieja del báculo?
                                             3
VIEJA: Yo, señor, confieso que me los prestó. Y yo juraré bajo juramento que se los he devuelto. Vecino, sostenme el báculo para que pueda realizar el juramento.                                                   
(Le  da el báculo al viejo que le prestó el dinero y se dispone a jurar en la cruz de la vara)
VIEJA: Juro ante Dios que le he devuelto los diez escudos de oro que me prestó a este buen vecino.
(Sancho se gira hacia el vecino y lo interpela)
SANCHO: ¿Qué decís ante esto?
VIEJO: Señor gobernador, siempre he tenido a esta vieja vecina por una buena cristiana. Si ha jurado ante la cruz, ha de ser porque en verdad me ha debido devolver el dinero y yo lo habré olvidado.
(La vieja comienza a marcharse de la sala. Sancho se queda pensativo y se mesa la barba.)
SANCHO: ¡Buena vieja, vuelva aquí! Dadme ese báculo.
VIEJA: De buena gana.
(Sancho le da el bastón al otro viejo)
SANCHO: Ya te acaba de pagar los diez escudos.
VIEJO: ¿Esto vale 10 escudos?
SANCHO: Sí, o soy el mayor tonto del mundo.
(Dándole el báculo al mayordomo)
SANCHO: Mayordomo, parte el báculo.
(El mayordomo lo rompe y salen los 10 escudos de oro)
SANCHO: Ahí tienes tus 10 escudos.
(Todos los presentes ponen cara de sorpresa, excepto la vieja del báculo, que mira hacia abajo avergonzada)
INSULANA (Y): ¿Cómo supo usted que los 10 escudos estaban ahí?
SANCHO: Cuando vi a la vieja darle a su vecino el báculo para jurar, supe que ahí estaban los 10 escudos. Sólo haciéndole sostener el bastón podía jurar que le había devuelto el dinero.
INSULANOS: ¡Oh, qué sabio!
INSULANA (A): ¡Qué verdad tan grande! Nadie lo hubiera sabido, si no lo hubiera dicho Sancho.
INSULANA (M): Tienes toda la razón, vecina.
                                              4
                            

FIN          


Adaptación del alumnado de 1 ESO C  del IES José Cadalso de San Roque, Cádiz, España, durante el curso 2015-16, sobre un fragmento de El Quijote como parte de la UDI "En un lugar de la Mancha" del Dpto. de Lengua de dicho centro para conmemorar el 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes.  Representada el 25/4/16 en el salón de actos del instituto.   


                                                                                                                                                                                            

LA AVENTURA DE CLAVILEÑO


(Noche. En el jardín del palacio de los duques, Clavileño, un caballo de madera)
CONDESA TRIFALDI: Valeroso caballero, lo que dijo Malambruno, es cierto, el caballo está en casa, nuestras barbas crecen, nosotras te suplicamos que nos rapes, sube al caballo con tu escudero y empieza felizmente tu nuevo viaje.
DON QUIJOTE: Eso haré yo, Condesa Trifaldi, muy bien y de mejor manera, sin descansar, sin ponerme espuelas, para no detenerme; porque tendré ganas de verte sin barba.
SANCHO PANZA: Ni de mala ni de buena manera, pues no podéis raparos sin que yo vaya al caballo. Bien pues, señor, puede buscarse otro buen escudero, y estas señoras otro modo de afeitarse; que yo no soy brujo para subir al caballo y volar por los aires. ¿Y qué dirían mis insulanos cuando sepan que su gobernador se anda paseando por los vientos? Y otra cosa más: que habiendo tres mil y tantos kilómetros de aquí a  Candaya, si el caballo se cansa tardaremos en dar la vuelta  seis  años, y ya no habrá insulanos. Perdónenme las barbas de estas señoras, que bien se está en casa.
DUQUE: Sancho amigo, volad ahora sobre Clavileño, que aunque la mala fortuna os traiga y vuelva a pie, de mesón a mesón, cuando volváis encontraréis vuestra ínsula donde la dejasteis, y con vuestros insulanos con el mismo deseo de recibiros que siempre han tenido, mi voluntad, y no pongáis en duda esta verdad.
SANCHO PANZA: Yo soy un pobre escudero y no puedo llevar a cuestas tantas cortesías; suba mi amo, tápenme estos ojos y llévenme al cielo, y avisadme cuando vayamos por esas alturas.
CONDESA TRIFALDI: Sancho, que Malambruno es encantador cristiano y hace buenos hechizos, sin meterse con nadie.
SANCHO PANZA: ¡Ea pues, Dios me ayude!
DON QUIJOTE: Nunca he visto a Sancho con tanto miedo como ahora. Pero llegaos aquí, Sancho; con licencia os quiero hablar aparte dos palabras.
(Apartando a Sancho entre unos árboles del jardín y cogiéndole ambas manos)
DON QUIJOTE: Ya ves, Sancho hermano, el viaje que nos espera. Sabe Dios cuándo volveremos del viaje, y así querría que ahora fueses a por algo para el camino.
SANCHO PANZA: ¡Por Dios! ¿Ahora que tengo que ir en una tabla de madera, quiere usted que me lastime las posaderas? Vamos ahora a rapar a estas señoras, que a la vuelta yo le prometo a usted, como quien soy, que usted se contente, y no le digo más.
DON QUIJOTE: Pues con esa promesa, voy consolado y espero y creo que la cumplirás.
SANCHO PANZA: Mi señor, cumpliré mi palabra.
DON QUIJOTE: Tapaos, Sancho, y subid.
SANCHO PANZA: Vamos, señor, que las barbas y lágrimas de estas señoras las tengas clavadas en el corazón. Suba, señor y tápese primero, que yo tengo que ir detrás, y primero sube el de la silla.
DON QUIJOTE: Es la verdad.
(Saca un pañuelo del bolsillo, la Dolorida le tapó los ojos y él se los volvió a destapar)
DON QUIJOTE: Yo me acuerdo de un libro que leí del asedio de Troya y trataba de un caballo de madera en el que se metieron unos soldados griegos y, cuando lo metieron dentro de Troya, los soldados griegos destruyeron la ciudad.
CONDESA TRIFALDI: No importa, yo sé que Malambruno no tiene nada de tramposo ni de traidor. Vuestra merced, señor Don Quijote, suba sin miedo. Que me maten si algo os sucediera.
(Don Quijote se sube en Clavileño, seguido de Sancho acomodándose lo mejor posible)
CONDESA TRIFALDI: Poneos la venda en los ojos, Sancho, así no sufriréis mareo durante el viaje.
(Sancho le hace caso a Trifaldi, y se pone una venda en los ojos para no marearse y a la misma vez rezaba con temor)
DON QUIJOTE: Tranquilízate, Sancho, que yo estoy en la misma situación que tú.
SANCHO PANZA: Tápenme, por favor.
(Cubriéndose, Don Quijote, tentó la clavija y al instante escuchó las voces de las dueñas despidiéndose)
DUEÑAS: ¡Dios te guíe, valeroso caballero!
¡Dios sea contigo, escudero intrépido!
¡Ya surcáis por esos aires!
¡Tente, valeroso Sancho, que te bamboleas!
¡Buena suerte!
 ¡Cuidado en la región del aire!
¡Cuidado cuando vayáis por la región del fuego!
(Sancho oye las voces y pone cara de extrañado)
SANCHO PANZA: Señor, ¿Cómo dicen que estamos tan alto si oímos sus voces como si estuvieran aquí al lado?
DON QUIJOTE: No te preocupes por eso.
(Los cortesanos les echan aire con fuelles)
SANCHO PANZA: Siento como si mil fuelles me estuvieran soplando.
DON QUIJOTE: Sin duda alguna, ya debemos de estar por la segunda región del aire donde se encuentran: el granizo, la nieve, y las tormentas
(Con unas estopas ligeras, desde lejos, empiezan a calentarles el rostro)
SANCHO PANZA: Que me maten si no estamos ya en la región del fuego, porque mi barba se está chamuscando, y estoy por descubrirme.
DON QUIJOTE: No hagas tal.
DON QUIJOTE: Acuérdate del verdadero cuento del licenciado Torralba, a quien llevaron los diablos en volandas por el aire, y en doce horas llegó a Roma.
SANCHO PANZA: No sé lo que es eso.
(Les pegan fuego con unas estopas y, al estar el caballo lleno de cohetes, vuela por los aires, Sancho y Don Quijote caen al  suelo, chamuscados.
Desaparecen todas las dueñas y la Trifaldi, y todos los del jardín quedan desmayados, Don Quijote y Sancho se levantan maltrechos y, mirando  a todas partes, quedan anonadados al verse en el mismo jardín de donde habían partido. Al lado del jardín se encuentran una gran lanza hincada en el suelo con un pergamino)
DON QUIJOTE: Mira, Sancho, ¡Malambruno ha dejado aquí un mensaje para nosotros!
(Se acerca y lee)
“El ínclito caballero Don Quijote de la Mancha terminó y acabó la aventura de la Condesa Trifaldi, por otro nombre La Dolorida, y compañía, con solo intentarla. Malambruno se da por contento y satisfecho.”

SANCHO: ¡Hemos desencantado a las dueñas barbudas, mi señor don Quijote!
DON QUIJOTE: Reanimemos a los duques y comuniquémosles la buena nueva.
(Don Quijote se va a donde el duque y la duquesa, que aún no habían vuelto en sí, y le da la mano al Duque)
DON QUIJOTE: ¡Ea, Señor! ¡Ánimo, ánimo! La aventura está acabada.
(El duque va recuperándose poco a poco y vuelve en sí como todos los demás. Sancho busca a la Dolorida, no la encuentra y se dirige a la Duquesa.)
SANCHO PANZA: Mi señora, yo, sentí que volábamos por la región del fuego, quería destaparme los ojos y para ello le pedí permiso a Don Quijote y no me dio el permiso, pero sin que nadie lo viese aparté el pañuelo que me tapaba los ojos y miré hacia la Tierra. No era más grande que un grano de mostaza y los hombres que la habitaban no mayores que una avellana.
DUQUESA: Sancho, amigo mío, ten cuidado con lo que dices, pues si la Tierra era como un grano de mostaza y un hombre como una avellana, un solo hombre ocuparía toda la Tierra.
SANCHO PANZA: Es la verdad, la miré por un lado y la vi toda.
DUQUESA: Sancho, por un lado no se ve toda.
SANCHO PANZA: No sabría deciros, solo quiero que vuestra señora entienda que volábamos por un encantamiento, y se podía ver toda la Tierra. Y si no me cree usted, señora duquesa, me vi a mí tan cerca del cielo, que casi podía tocarlo y os puedo jurar, mi señora, que es muy grande, que es donde están las siete cabras y quería entretenerme con ellas un rato, porque yo de pequeño era cabrerizo y me pregunté: “¿Qué hago?”
DUQUE: ¿Y vos, don Quijote?
DON QUIJOTE: Como estos sucesos son sobrenaturales, es normal que Sancho diga lo que dice; por mi parte, sé decir que no descubrí mis ojos, pero sentía que pasé por la región del aire, y aunque rozásemos la del fuego fue imposible que pasáramos por ahí.
SANCHO PANZA: Ni miento ni sueño.
DUQUE: Decidme, Sancho, ¿viste allí entre esas cabras algún cabrón?`
  SANCHO PANZA: No, señor.
(No quisieron preguntarle más de su viaje, porque pensaron que podían descubrirles. En resolución, este fue el fin de la aventura)
DON QUIJOTE: Sancho, si quieres que te crea lo que has visto en el cielo, créeme a mí lo que vi en la cueva de Montesinos.
                              FIN


Guion elaborado por el alumnado de 1 ESO C del IES José Cadalso de San Roque, Cádiz, España, durante el curso 2015-16, como parte de la UDI “En un lugar de la Mancha” del Dpto. de Lengua, con motivo de la conmemoración del 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. La obra fue representada en el Salón de actos de dicho centro el 25 de abril de 2016.