Escribir
Juan José Millás
“13.15.
Todos los tripulantes de los compartimientos sexto, séptimo y octavo
pasaron al noveno. Hay 23 personas aquí. Tomamos esta decisión como
consecuencia del accidente. Ninguno de nosotros puede subir a la
superficie. Escribo a ciegas." Estas palabras, escritas por un oficial
del Kursk en un pedazo de papel, tienen la turbadora exactitud que
pedimos a un texto literario. El autor está rodeado de bocas que exhalan
un pánico que ni siquiera nombra. Él mismo debe de encontrarse al borde
de la desesperación, pero no tiene tiempo ni papel para recrearse en la
suerte. Ha de hacer, pues, una selección rigurosa de los materiales
narrativos, y el resultado es esa obra maestra en la que, sin embargo,
sólo cuenta aquello a lo que se puede asignar un número: la hora y la
cantidad de hombres. En situaciones extremas, la literatura sale a
presión, como por la grieta de una tubería reventada. El documento del
oficial del Kursk es bueno porque es necesario. Mientras la muerte
trepaba por sus piernas, ese hombre se entregó con fría vehemencia a la
literatura. Y de qué modo.
Naturalmente, lo que no dice ocupa más
de lo que dice, pero lo ausente ha de aportarlo el lector, que es tan
responsable de lo que lee como el escritor de lo que escribe. Sería
absurdo comenzar una novela afirmando de un frutero que es bípedo. El
lector tiene la obligación de saber que los fruteros son bípedos y que
están dotados de cuatro extremidades con cinco dedos en cada una de
ellas. Sin estos sobreentendidos primordiales, la escritura resultaría
imposible.
Lo curioso es que un billete con cuatro líneas
aparecido en el bolsillo de un cadáver responda de súbito a la vieja
pregunta de para qué sirve la literatura. Sirve para contarlo. Todos
aquellos que aspiran a escribir deberían recitar el texto del Kursk como
una oración. Ser escritor, al menos cierto tipo de escritor, significa
vivir rodeado de pánico percibiendo a tu alrededor bultos que pasan de
un compartimiento a otro con los calcetines mojados. Y tú eres uno de
esos bultos: aquel que, por encima o por debajo del miedo, está poseído
por la necesidad de contarlo, aunque las posibilidades de que alguien lo
lea sean muy escasas. Escribo a ciegas.
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.Artículo publicado por El País, el 3 de noviembre del año 2000, a raíz de la tragedia del hundimiento del submarino ruso Kursk en aguas del mar de Barenst.
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