martes, 13 de diciembre de 2011

Textos para el comentario crítico (tema: el tabaco).

A continuación tienes dos textos: uno de Almudena Grandes, que defiende los derechos de los fumadores y otro de Sancho Gracia, que defiende los derechos de los fumadores pasivos, por si quieres practicar la redacción de comentarios críticos.


ALMUDENA GRANDES
Fumo

Soy fumadora. Jamás creí que algún día tendría que encabezar una columna con estas palabras, pero me siento en la obligación moral de hacerlo. Pago mis impuestos religiosamente, ningún juez me ha imputado delito alguno, llevo 30 años conduciendo sin haber provocado, ni siquiera padecido, un accidente de tráfico, y además, por fortuna -cruzo los dedos-, he causado a la Seguridad Social un gasto ínfimo en relación con lo que he aportado desde que empecé a trabajar a los 23 años. Sin embargo, fumo, y por eso soy un problema para España.
Un país, por otra parte, tan complaciente con la corrupción que los resultados electorales ni siquiera la reflejan, donde los teatros se llenan cuando actúan delincuentes presuntos o convictos, en el que hay jueces que consideran atenuantes de violación las minifaldas que llevan las víctimas, jurados populares que absuelven a asesinos de homosexuales y tribunales que consideran prescritos los principios de la justicia universal, mientras los programas de televisión que trafican con la inmoralidad arrasan en los estudios de audiencia en proporción a las delaciones y calumnias que son capaces de producir. Es aquí donde, de la noche a la mañana, los fumadores nos hemos convertido en un factor de alarma social, capaz de absorber la ira y la frustración de quienes han hallado en nosotros el único límite de su tolerancia.
Soy fumadora, pero, hasta el 2 de enero, la ley antitabaco no me preocupaba. Ahora, nada me preocupa tanto como la caza de brujas que ha desatado el Ministerio de Sanidad. Sigo sin entender el sentido de normas tan absurdas como la que ha acabado con la armoniosa coexistencia de intereses que imperaba en los aeropuertos, pero no la incumpliré. Tampoco denunciaré a nadie y, desde luego, no dejaré de fumar. No mientras el Estado español siga vendiendo tabaco en los estancos.
El País – 10.01.2011
Sancho Gracia
Fume en su casa

            Al principio de vuestra llamada me dije: "Qué fácil escribir algo acerca de la ley antitabaco, va a estar chupado. Yo, que soy antitabaco, hablar de la ley va a ser fácil". Pues me he dado cuenta de que no. Que por las noticias que he escuchado y las que oiremos va a ser muy difícil convencer "al rebelde españolito-españolita" de que el tabaco perjudica seriamente la salud. Ya llevamos unos años leyendo la publicidad en las cajetillas. El fumar "perjudica seriamente la salud; el tabaco puede producir cáncer; el tabaco mata, etcétera, etcétera". Soy antitabaco, por tanto, apoyo la ley; estoy escuchando barbaridades en algunos medios de televisión, que "esto es una dictadura", que "la ley hay que derogarla" y que etcétera, etcétera... Pienso que a lo mejor habría que explicar más, sobre todo, lo nocivo que es el tabaco para el fumador pasivo. Algunos dirán que si los humos, que los pesticidas y las fumatas de las fábricas son también nocivas. Bueno, y qué. Hay que poner remedio a lo que perjudica al ciudadano y en este caso la cantidad de ciudadanos que sufren cáncer siendo fumadores pasivos, o sea, que no fuman, es enorme. Por tanto, repito, probablemente hay que explicar los perjuicios del tabaco y explicar, por tanto, mejor la ley. Pero a mí me parece que el pueblo al final lo entenderá, pues, contrario a lo que he oído, nuestro caso es al revés. Salimos de una dictadura para entrar en una democracia y nos llevamos muy bien, claro que todo esto sin decir -pues casi me he olvidado- que a mí me quitaron un pulmón por fumador, o sea, por el tabaco.
            Mi consejo es que no se fume en lugares públicos. Primero, porque hay una ley; y segundo, porque perjudica a los no fumadores. Pero en definitiva el que quiera fumar -y por tanto quiera perjudicar a los que no fuman- que fume en su casa, al lado de su mujer, sus hijos, sus nietos. O sea, que si quiere, que perjudique a su familia. Gracias.

El País – 10.01.2011